Gustavo Ortiz. Arquitecto. Fotógrafo.
En el corazón del país de la belleza, uno de los ríos más caudalosos del mundo se transforma en un espectáculo de aguas cristalinas al atravesar un estrecho rocoso.
Allí, se funde con los canales sagrados tallados en la roca de la Fuente Ceremonial de Lavapatas, parte de la necrópolis más extensa del mundo, declarada Patrimonio de la Humanidad.
En este escenario milenario, las tradiciones artesanales cobran vida con el tejido en fibras de plátano, una técnica que ha perdurado por tres generaciones de mujeres artesanas.
Y desde las galardonadas fincas cafeteras, con múltiples premios a la Tasa de Excelencia, los viajeros son invitados por Procolombia a descubrir este paraíso oculto, donde la cultura y la naturaleza se entrelazan en una danza eterna.
Después de un vuelo de 2 horas de Bogotá a Pitalito, Huila, el itinerario comenzó con un almuerzo en una finca local, donde no solo disfrutamos de la gastronomía, sino también de una inmersiva experiencia educativa sobre el café.
En la Meca, uno de los mejores baristas del país, nos guio a través de una cata especial. Aprendimos sobre los secretos del cultivo y producción, en una región que destacada como una de las más prolíficas de Colombia.
Ese día nos alojamos en Akawanka Lodge, un refugio mágico rodeado de montañas que ofrece una inmersiva experiencia de turismo cultural y ecológico.
Este hotel, comprometido con la sostenibilidad, nos conectó con la historia precolombina mientras disfrutan de cómodas instalaciones en armonía con la naturaleza. Además, fusionan la hospitalidad con la cultura local, con talleres de artesanías tradicionales y cocina regional, todo ello en un entorno dedicado a la conservación y al turismo responsable.
El segundo día lo dedicamos a explorar uno de los patrimonios más importantes de Colombia: el Parque Arqueológico de San Agustín. Este complejo alberga más de 130 esculturas y tumbas megalíticas esculpidas por una misteriosa civilización.
La visita comienza en el Bosque de las Estatuas y las Mesitas, donde monumentos funerarios representan deidades y guerreros. Uno de los puntos más emblemáticos es la Fuente Ceremonial de Lavapatas, usados en rituales sagrados.
Este conjunto arqueológico es un legado vivo de las civilizaciones precolombinas, un puente entre el pasado y el presente que nos invita a reflexionar sobre la espiritualidad y la muerte.
El último día está dedicado a la vida rural y la cultura campesina. En Tierra Activa, se aprende sobre la agricultura sostenible y los esfuerzos de las comunidades locales por conservar cultivos nativos.
Es una oportunidad única para conectarse con las raíces campesinas, participando en actividades diarias de la vida rural, y entender cómo estas prácticas son clave para la preservación del entorno y la cultura agrícola del país.
Para seguir conectando con nuestras raíces, visitamos el Estrecho del río Magdalena, donde el mayor afluente del país se comprime entre las rocas, formando un canal de apenas 2,20 metros de ancho.
En este tranquilo pasaje, pude sumergir mis pies y mojar mi cabeza en sus aguas verdes cristalinas, disfrutando de un momento de calma mientras contemplaba la serenidad y pureza del río, en una conexión íntima con la naturaleza.
La jornada culminó con una visita a un centro comunitario, donde se destaca la artesanía local, especialmente los tejidos en fibras de plátano, herencia de generaciones de artesanas.
Doña Rosario Rengifo, de la organización Libre Tejidos, es una de las guardianas de esta tradición, que sigue viva gracias a los esfuerzos locales por preservar las técnicas ancestrales. Además de mostrar el valor cultural de la región, estas iniciativas promueven el turismo sostenible, donde los viajeros no solo observan, sino que participan activamente, contribuyendo al desarrollo de proyectos comunitarios que mejoran la calidad de vida de los habitantes.
El recorrido también incluyó un city tour por San Agustín, destacando su arquitectura colonial, y una cena en el restaurante Casa Tarzán, con platos basados en alimentos nativos, finalizando con una degustación de cócteles tradicionales como la Estrella de Anís.
Este tipo de turismo comunitario ofrece una experiencia significativa, donde los visitantes no solo conectan con la historia y cultura local, sino que también apoyan el crecimiento económico de las comunidades rurales.
Así, San Agustín se presenta como un destino ideal para quienes buscan un viaje a las raíces ancestrales colombianas.